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Ser Ético o Auténtico: La Apuesta de Seguir Siendo Uno Mismo en el Trabajo – Dic. 2024
Imagen generada por DALL-E
La ética, la autenticidad y la transparencia son valores clave en las empresas modernas. Sin embargo, su implementación puede generar dilemas complejos. Aunque están relacionados, estos conceptos tienen significados distintos. La ética se basa en principios morales como la integridad, promoviendo honestidad, responsabilidad y transparencia, mientras evita cualquier intento de engaño. La autenticidad, en cambio, invita a mantenerse fiel a uno mismo, comunicando con sinceridad y alineándose con los valores personales. Aunque ambos conceptos se complementan, surgen tensiones cuando las expectativas éticas de una empresa chocan con la personalidad o los principios de un individuo.
La transparencia: una virtud con límites
La transparencia, como base de confianza y compromiso, es esencial para la autenticidad ética. En las empresas, implica comunicación abierta entre colaboradores, clientes y socios, acceso a información relevante y la participación mesurada de los empleados en decisiones. No obstante, el equilibrio entre transparencia y confidencialidad se convierte en un desafío importante. Una cultura de transparencia requiere compartir información profesional y, a veces, personal. Esto puede generar incomodidad en quienes prefieren proteger su privacidad por prudencia, pudor o introversión. Pero, ¿es esta reserva contraria a la ética?
La transparencia profesional implica compartir información clave para las operaciones de la empresa, como objetivos, resultados y decisiones, sin caer en indiscreciones. Respetar la confidencialidad y la privacidad forma parte de la ética empresarial. Aunque revelar aspectos personales puede facilitar la colaboración, no siempre garantiza transparencia. De hecho, puede volverse poco ético si lleva a una “puesta en escena” de lo personal para humanizar un rol en la organización.
Autenticidad en la empresa: entre rol e identidad
Cada persona desempeña un rol profesional, definido por comportamientos esperados que aseguran el funcionamiento de la organización. Sin embargo, este rol puede no alinearse con la personalidad y los valores individuales. Muchas veces, las empresas promueven un conformismo que incluye la adopción de principios éticos y códigos de comunicación comunes. Esta homogenización puede entrar en conflicto con la percepción individual de autenticidad. La autenticidad, aunque valorada como virtud, puede interpretarse como egocentrismo cuando se manifiesta de forma exagerada o desvinculada de las expectativas colectivas. El verdadero desafío radica en equilibrar los valores personales con los de la empresa para alcanzar metas sin comprometer la integridad.
En conclusión, la ética consiste en alinear los valores declarados con las acciones, mientras que la autenticidad ética exige flexibilidad y capacidad de adaptación. Las empresas deben fomentar un entorno donde la transparencia y la confidencialidad coexistan armoniosamente, y donde la autenticidad se valore como un activo clave. Talleres y debates sobre valores pueden ser herramientas efectivas para fortalecer esta cultura organizacional. Como investigadora y docente en management en EMD Business School, estoy convencida de que acompañar a los líderes en este proceso es esencial para construir organizaciones más justas, sostenibles y alineadas con sus principios.
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